4 bikers “navegando” por los caminos inundados de la Albufera bajo el cálido sol de diciembre.
Saludos amigos de la bicicleta y bikers de todas las clases. El pasado jueves tuvimos encuentro ciclista con los amigos de la universidad. 4 aparejadores de la UPV dispuestos a pedalear, explorar y disfrutar de una buena mañana en compañía, poniéndonos al día de las últimas novedades. El escenario elegido era desconocido para los 4, una vuelta completa a la Albufera Valenciana y regreso a la capital por las playas de El Saler. Toda una experiencia nos esperaba. La salida oficial para registro del track fue desde la rotonda de la Ciudad de las Artes y las Ciencias.
TRACK CONNECT
TRACK WIKILOC
Tomas delanteras. Drift HD 170 Stealth.
Tomas traseras. Go Pro Hd Hero.
De buena mañana, bajando al río por la rampa de la Torre de los Serranos. El punto de encuentro era en la Ciudad de las Artes y las Ciencias.
Ya estábamos todos, en la foto Nacho, Jesús y Jorge con su hierro prehistórico de 20 kg, es sólo una montura provisional…el Felón de Palmero se cayó de la convocatoria por temas laborales.
Magnífico escenario para comenzar una ruta.
Para salir, solo faltaba que Jesús acabara de calibrar su Endomondo y sus datos en el Galaxy…
Cruzando el río Turia.
La ruta tiene algo de asfalto en su parte inicial, cruzando los núcleos de El Castellar y l’Oliveral.
Poco a poco el paisaje urbano fue cediendo paso a las llanuras inmensas, verdes y fangosas, que serían la tónica general de la mayor parte del recorrido.
Caballitos a mansalva.
Las rampas del barranco de Torrent eran el lugar de quedada de nuestro quinto miembro de la expedición, el Palmero de Paiporta. Lástima que no pudiera acudir, se perdió una gran jornada de bicicleta, con muchas peripecias que tardaremos tiempo en olvidar…
Descenso por la rampa del barranco, el hierro de Jorge (en realidad es de Jesús, que se lo prestó a Jorge) se mantenía estable por el momento.
Tensando la cadena para salir del barranco.
Preciosa imagen. Solo camino, horizonte, cielo, agua y fango.
Aquí empezaron nuestras peripecias. A la altura de Beniparrell encontramos nuestro camino vallado. El track que descargamos de wikiloc se empecinaba en cruzar por el camino cerrado. Estábamos en una encrucijada. Atribuimos inicialmente la valla a las últimas lluvias, para evitar que los vehículos quedaran varados en zonas fangosas. La valla era alta y sólida y cruzarla por un lateral auguraba enfangarse hasta las rodillas descubriendo demasiado de cerca la vida del fondo limoso albuferero…
En el mismo cruce había otro camino también vallado que conducía hacia el interior de la Albufera, el vallado lateral era más corto y se podía cruzar al otro lado sin tocar la valla. Consultando el gps y viendo que se podía dar un rodeo, optamos seguir adelante, girar hubiera sido desastroso, volver sin completar la ruta…no conocíamos la zona, había que ceñirse al track para completar la vuelta a la Albufera.
Comenzamos nuestro periplo por las zonas valladas, a priori, el rodeo iba a resultar corto y podríamos retomar el track…
Y hubo opción de captar imágenes increíbles.
Con abundante fango.
Los caminos que el gps nos mostraba para dar el rodeo, no siempre tenían salida…empezábamos a creer que tendríamos que volver a casa sin rodear la Albufera.
De vez en cuando aparecían extraños cubículos en los caminos, de factura humana, dispuestos como si alguien los hubiera construido para ocultarse dentro.
Nos encontramos otro vallado, esta vez abierto, según el gps era indispensable cruzarlo para retomar el track, seguimos adelante.
El rodeo se estaba haciendo bastante largo.
Fuimos atacados por una horda de dípteros albufereros. En la imagen Jesús escondiéndose de los mismos.
Última valla de nuestro rodeo. Aquí fue cuando comprendimos que las vallas no se debían a las últimas lluvias. Cuando llegamos a la última valla, nos la encontramos muy alta y sólida, penetrando bien en los laterales fangosos de los campos. No había manera de cruzar. Mientras contemplábamos estúpidamente el obstáculo final, llegó un todoterreno a gran velocidad que fue a estacionar bruscamente del otro lado del vallado. Del 4x4 bajó un señor, con cara de pocos amigos, que nos indicó que llevaba varios kilómetros persiguiéndonos y controlando nuestras peripecias con prismáticos. Además de que no era el único, pues había varias decenas de escopetas apuntándonos, para nuestra sorpresa. Todo claro. Habíamos invadido el coto de caza privado entre Beniparrell y Silla, el cual está cerrado para la circulación entre los meses de octubre y marzo. ¿Dónde estaban los cazadores? Tal vez pasamos a su lado y ni los vimos, pues se camuflan y se vuelven invisibles, tal vez enterrados en el fango y sacando sólo la varicilla y los ojos y el cañón del arma que abate patos y cormoranes. El hombre no daba crédito a nuestras explicaciones sobre lluvias y tracks de wikiloc marcados en un gps, para él era un tema tan ajeno como la caza para nosotros.
Hay que decir que el hombre fue muy amable en su trato y explicaciones, se identificó como el vigilante y guarda del coto, y los cazadores no aparecieron, por suerte, ya que algunos de ellos andaban bastante enfadados, pues habíamos hecho remontar el vuelo a los cormoranes que llevaban la diana ya marcada en su plumaje…hasta 25.000 euros anuales se paga por el coto de abatir pajaritos, según nos comentaba el vigilante. Mucha charla y explicaciones, pero el vigilante seguía de un lado de la valla, el correcto, y nosotros estábamos del otro lado, el incorrecto. Atrás no podíamos volver o podríamos acabar fritos como los pajaritos albufereros. Por tanto había que cruzar, pero ¿cómo? El guarda nos dijo que no disponía de herramientas para abrir el vallado. Pasamos las máquinas por encima de la valla. Y el guarda nos aconsejó que nos descalzáramos y pasáramos por dentro de los campos fangosos. Toda una experiencia para nuestros piececitos. Fango hasta casi las rodillas tuvimos y experimentamos en primera persona las bondades del fondo limoso y grimoso de la Albufera. Un tacto difícil de describir, entre delicioso y asqueroso, esos “llimacs” acariciándote los dedos de los pies en comunión con criaturas y microorganismos repugnantes del fondo…sublime. El lugar ideal para desnudarse y correr, sin pensar en nada, sólo un homínido corriendo desbocado hacia el horizonte inalcanzable sin nada a tu alrededor. La visión pasó rápido, afortunadamente, pues si la llegamos a poner en práctica, creo que el vigilante nos habría disparado él mismo…
Nos despedimos amistosamente del vigilante, prometiéndole que no invadiríamos más cotos de caza.
Hubo tiempo para hacer una rápida visita al puerto interior de Silla, en el que vimos a pescadores trabajando en sus embarcaciones.
Muchas aventuras y con el estómago vacío. Otro ciclista nos informó de la cercanía del bar el Sequer, en la localidad de Silla. Había que llenar el buche.
El Sequer contaba con una soleada terraza y unos excelentes bocadillos.
Dispusimos de todo lo necesario.
Había olvidado el gran sabor de la Xibeca. Qué gran redescubrimiento!
Jesús maravillándose con las bondades de su terminal Android.
Tras el almuerzo nuestra ruta seguía hacia el sur, aún teníamos que rodear la Albufera. Preguntamos a un amable ciclista sobre la existencia de más cotos de caza camino del El Palmar, nos dijo que estaba todo despejado.
Con el estómago lleno se ve todo de forma más optimista.
Nos encontrábamos en el extremo más meridional de la ruta.
Un vídeo de la zona sur.
Las extensiones de agua eran cada vez mayores.
Los kilómetros empezaban a causar estragos en el desentrenado culo de Nacho.
Íbamos a visitar otro puerto de interior de la Albufera, pero había que atravesar un camino particular y aún quedaban muchos kilómetros hasta Valencia.
El Palmar ha se veía en el horizonte.
Llegando a El Palmar.
El Palmar.
Entre el Palmar y El Perellonet había que ciclar por algunos caminos un poco más hacia el sur.
En la casa del fondo, parecía que se terminaban los caminos…
Al fondo El Perellonet. ¿qué hacer? Según el gps no andábamos lejos, pero el agua había tapado totalmente los caminos…regresar implicaba volver a El Palmar y enlazar por asfalto con El Perellonet. Es evidente que el que hizo la ruta, lo hizo en verano…
Sólo era agua mansa, no parecía muy profunda al principio…
Una vez decididos a pasar, ya no había vuelta atrás. Y la profundidad crecía a cada metro. Difícil se hacía el pedaleo, mucha fuerza y poco avance.
A estas alturas de la travesía, ya era más una cuestión de navegación que de circulación…seguimos adelante, pero cada vez la sensación estar en alta mar era mayor.
Como podéis ver en los vídeos, la experiencia fue bastante insólita e inquietante. Sólo agua y cielo, sin casi vestigios del camino sumergido. Había que mirar la pantalla del gps para saber hacia dónde nos dirigíamos. Hubo un momento en que el agua nos tapaba completamente los pies y pedalear se convertía en una proeza. Ya tan metidos en la “navegación” ni se planteaba la opción de girar.
En plena navegación.
Jorge dándolo todo.
Parecía que la travesía no terminaba nunca.
Al final hasta cogíamos velocidad de crucero!
Era ya el último tramo antes de llegar a zonas más civilizadas.
El Perellonet al fondo.
Tierra seca al fin. Llegamos a desearla tanto como en Waterworld.
Las calidas piedrecitas de una rotonda al sol eran el secadero perfecto que nuestros fríos y encogidos piececitos necesitaban.
Un tramo de asfalto en la carretera de El Saler.
Creo que esta fue la parte menos agreste de la ruta.
En la zona de El Saler.
Cruzamos algún bonito sendero arbolado en la zona de la Gola de El Pujol.
En el sendero.
El sendero dio paso a una bonita laguna interior, que no tuvimos tiempo de rodear.
Gola de El Pujol.
También hubo una visita a la playa, los ánimos andaban encendidos y se comentaba el tema de sumergirse en el mar en diciembre.
No hubo baño pero sí una bonita estampa para el recuerdo.
Poco a poco la aventura ya iba finalizando, mientras pasábamos por los animados chiringuitos de tapas y paellas de Pinedo.
Llegando a la capital por el paso metálico para peatones y bicicletas.
Después de 4 horas de pedaleo estábamos en el punto inicial de la ruta circular.
De camino a casa aún hubo tiempo para tomar algunas bonitas fotograías de la Ciudad de las Artes y las Ciencias.
Y a modo de despedida, os dejamos con este magnífico vídeo trasero tomado en la Ciudad de las Artes y las Ciencias.
Tomas delanteras. Drift HD 170 Stealth.
Tomas traseras. Go Pro Hd Hero.
De buena mañana, bajando al río por la rampa de la Torre de los Serranos. El punto de encuentro era en la Ciudad de las Artes y las Ciencias.
Ya estábamos todos, en la foto Nacho, Jesús y Jorge con su hierro prehistórico de 20 kg, es sólo una montura provisional…el Felón de Palmero se cayó de la convocatoria por temas laborales.
Magnífico escenario para comenzar una ruta.
Para salir, solo faltaba que Jesús acabara de calibrar su Endomondo y sus datos en el Galaxy…
Cruzando el río Turia.
La ruta tiene algo de asfalto en su parte inicial, cruzando los núcleos de El Castellar y l’Oliveral.
Poco a poco el paisaje urbano fue cediendo paso a las llanuras inmensas, verdes y fangosas, que serían la tónica general de la mayor parte del recorrido.
Caballitos a mansalva.
Las rampas del barranco de Torrent eran el lugar de quedada de nuestro quinto miembro de la expedición, el Palmero de Paiporta. Lástima que no pudiera acudir, se perdió una gran jornada de bicicleta, con muchas peripecias que tardaremos tiempo en olvidar…
Descenso por la rampa del barranco, el hierro de Jorge (en realidad es de Jesús, que se lo prestó a Jorge) se mantenía estable por el momento.
Tensando la cadena para salir del barranco.
Preciosa imagen. Solo camino, horizonte, cielo, agua y fango.
Aquí empezaron nuestras peripecias. A la altura de Beniparrell encontramos nuestro camino vallado. El track que descargamos de wikiloc se empecinaba en cruzar por el camino cerrado. Estábamos en una encrucijada. Atribuimos inicialmente la valla a las últimas lluvias, para evitar que los vehículos quedaran varados en zonas fangosas. La valla era alta y sólida y cruzarla por un lateral auguraba enfangarse hasta las rodillas descubriendo demasiado de cerca la vida del fondo limoso albuferero…
En el mismo cruce había otro camino también vallado que conducía hacia el interior de la Albufera, el vallado lateral era más corto y se podía cruzar al otro lado sin tocar la valla. Consultando el gps y viendo que se podía dar un rodeo, optamos seguir adelante, girar hubiera sido desastroso, volver sin completar la ruta…no conocíamos la zona, había que ceñirse al track para completar la vuelta a la Albufera.
Comenzamos nuestro periplo por las zonas valladas, a priori, el rodeo iba a resultar corto y podríamos retomar el track…
Y hubo opción de captar imágenes increíbles.
Con abundante fango.
Los caminos que el gps nos mostraba para dar el rodeo, no siempre tenían salida…empezábamos a creer que tendríamos que volver a casa sin rodear la Albufera.
De vez en cuando aparecían extraños cubículos en los caminos, de factura humana, dispuestos como si alguien los hubiera construido para ocultarse dentro.
Nos encontramos otro vallado, esta vez abierto, según el gps era indispensable cruzarlo para retomar el track, seguimos adelante.
El rodeo se estaba haciendo bastante largo.
Fuimos atacados por una horda de dípteros albufereros. En la imagen Jesús escondiéndose de los mismos.
Última valla de nuestro rodeo. Aquí fue cuando comprendimos que las vallas no se debían a las últimas lluvias. Cuando llegamos a la última valla, nos la encontramos muy alta y sólida, penetrando bien en los laterales fangosos de los campos. No había manera de cruzar. Mientras contemplábamos estúpidamente el obstáculo final, llegó un todoterreno a gran velocidad que fue a estacionar bruscamente del otro lado del vallado. Del 4x4 bajó un señor, con cara de pocos amigos, que nos indicó que llevaba varios kilómetros persiguiéndonos y controlando nuestras peripecias con prismáticos. Además de que no era el único, pues había varias decenas de escopetas apuntándonos, para nuestra sorpresa. Todo claro. Habíamos invadido el coto de caza privado entre Beniparrell y Silla, el cual está cerrado para la circulación entre los meses de octubre y marzo. ¿Dónde estaban los cazadores? Tal vez pasamos a su lado y ni los vimos, pues se camuflan y se vuelven invisibles, tal vez enterrados en el fango y sacando sólo la varicilla y los ojos y el cañón del arma que abate patos y cormoranes. El hombre no daba crédito a nuestras explicaciones sobre lluvias y tracks de wikiloc marcados en un gps, para él era un tema tan ajeno como la caza para nosotros.
Hay que decir que el hombre fue muy amable en su trato y explicaciones, se identificó como el vigilante y guarda del coto, y los cazadores no aparecieron, por suerte, ya que algunos de ellos andaban bastante enfadados, pues habíamos hecho remontar el vuelo a los cormoranes que llevaban la diana ya marcada en su plumaje…hasta 25.000 euros anuales se paga por el coto de abatir pajaritos, según nos comentaba el vigilante. Mucha charla y explicaciones, pero el vigilante seguía de un lado de la valla, el correcto, y nosotros estábamos del otro lado, el incorrecto. Atrás no podíamos volver o podríamos acabar fritos como los pajaritos albufereros. Por tanto había que cruzar, pero ¿cómo? El guarda nos dijo que no disponía de herramientas para abrir el vallado. Pasamos las máquinas por encima de la valla. Y el guarda nos aconsejó que nos descalzáramos y pasáramos por dentro de los campos fangosos. Toda una experiencia para nuestros piececitos. Fango hasta casi las rodillas tuvimos y experimentamos en primera persona las bondades del fondo limoso y grimoso de la Albufera. Un tacto difícil de describir, entre delicioso y asqueroso, esos “llimacs” acariciándote los dedos de los pies en comunión con criaturas y microorganismos repugnantes del fondo…sublime. El lugar ideal para desnudarse y correr, sin pensar en nada, sólo un homínido corriendo desbocado hacia el horizonte inalcanzable sin nada a tu alrededor. La visión pasó rápido, afortunadamente, pues si la llegamos a poner en práctica, creo que el vigilante nos habría disparado él mismo…
Nos despedimos amistosamente del vigilante, prometiéndole que no invadiríamos más cotos de caza.
Hubo tiempo para hacer una rápida visita al puerto interior de Silla, en el que vimos a pescadores trabajando en sus embarcaciones.
Muchas aventuras y con el estómago vacío. Otro ciclista nos informó de la cercanía del bar el Sequer, en la localidad de Silla. Había que llenar el buche.
El Sequer contaba con una soleada terraza y unos excelentes bocadillos.
Dispusimos de todo lo necesario.
Había olvidado el gran sabor de la Xibeca. Qué gran redescubrimiento!
Jesús maravillándose con las bondades de su terminal Android.
Tras el almuerzo nuestra ruta seguía hacia el sur, aún teníamos que rodear la Albufera. Preguntamos a un amable ciclista sobre la existencia de más cotos de caza camino del El Palmar, nos dijo que estaba todo despejado.
Con el estómago lleno se ve todo de forma más optimista.
Nos encontrábamos en el extremo más meridional de la ruta.
Un vídeo de la zona sur.
Las extensiones de agua eran cada vez mayores.
Los kilómetros empezaban a causar estragos en el desentrenado culo de Nacho.
Íbamos a visitar otro puerto de interior de la Albufera, pero había que atravesar un camino particular y aún quedaban muchos kilómetros hasta Valencia.
El Palmar ha se veía en el horizonte.
Llegando a El Palmar.
El Palmar.
Entre el Palmar y El Perellonet había que ciclar por algunos caminos un poco más hacia el sur.
En la casa del fondo, parecía que se terminaban los caminos…
Al fondo El Perellonet. ¿qué hacer? Según el gps no andábamos lejos, pero el agua había tapado totalmente los caminos…regresar implicaba volver a El Palmar y enlazar por asfalto con El Perellonet. Es evidente que el que hizo la ruta, lo hizo en verano…
Sólo era agua mansa, no parecía muy profunda al principio…
Una vez decididos a pasar, ya no había vuelta atrás. Y la profundidad crecía a cada metro. Difícil se hacía el pedaleo, mucha fuerza y poco avance.
A estas alturas de la travesía, ya era más una cuestión de navegación que de circulación…seguimos adelante, pero cada vez la sensación estar en alta mar era mayor.
Como podéis ver en los vídeos, la experiencia fue bastante insólita e inquietante. Sólo agua y cielo, sin casi vestigios del camino sumergido. Había que mirar la pantalla del gps para saber hacia dónde nos dirigíamos. Hubo un momento en que el agua nos tapaba completamente los pies y pedalear se convertía en una proeza. Ya tan metidos en la “navegación” ni se planteaba la opción de girar.
En plena navegación.
Jorge dándolo todo.
Parecía que la travesía no terminaba nunca.
Al final hasta cogíamos velocidad de crucero!
Era ya el último tramo antes de llegar a zonas más civilizadas.
El Perellonet al fondo.
Tierra seca al fin. Llegamos a desearla tanto como en Waterworld.
Las calidas piedrecitas de una rotonda al sol eran el secadero perfecto que nuestros fríos y encogidos piececitos necesitaban.
Un tramo de asfalto en la carretera de El Saler.
Creo que esta fue la parte menos agreste de la ruta.
En la zona de El Saler.
Cruzamos algún bonito sendero arbolado en la zona de la Gola de El Pujol.
En el sendero.
El sendero dio paso a una bonita laguna interior, que no tuvimos tiempo de rodear.
Gola de El Pujol.
También hubo una visita a la playa, los ánimos andaban encendidos y se comentaba el tema de sumergirse en el mar en diciembre.
No hubo baño pero sí una bonita estampa para el recuerdo.
Poco a poco la aventura ya iba finalizando, mientras pasábamos por los animados chiringuitos de tapas y paellas de Pinedo.
Llegando a la capital por el paso metálico para peatones y bicicletas.
Después de 4 horas de pedaleo estábamos en el punto inicial de la ruta circular.
De camino a casa aún hubo tiempo para tomar algunas bonitas fotograías de la Ciudad de las Artes y las Ciencias.
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